Un mundo en que desaparecen los hechos es más gobernable y rentable. La homogeneización del efecto globalizador hace que - casi – todos compremos lo mismo, comamos lo mismo y escuchemos el mismo estilo musical. Está instalado lo que debe ser, más allá de algunas voces disidentes a lo lejos (por suerte).
La gira de Luis Miguel en Argentina suscitó una polémica que parece ser menor en un país al borde del colapso y con elecciones a minutos. ¿Es él o su doble el que canta? Pero lo importante, aunque parezca una broma, no es eso. Lo interesante es el nivel de automatización de las “masas” que hace que sea posible instalar un clon del cantante mexicano (aunque no lo sea) y ponerlo en los recitales, y tal vez funcione. Ya que si no existen los hechos entonces no importará que en el escenario veamos a otra persona, como la que está actuando en el Movistar Arena. Momento: ¿eso implica que el “rey sol” no está cantando en el show? No, tal vez sea él.
Ahora bien, ¿qué clase de manipulación total implica no dudar cuando durante décadas aparecieron dobles del artista, cuando estos dobles llegaron a afirmar que trabajaron en ´reemplazos´ y cuando el cambio físico de Luis Gallego Basteri – tal su nombre real – es radical? ¿Aún así no se permite dudar ante situaciones concretas? Posverdad.
El periodista Luis Ventura sí, fue más lejos: afirma rotundamente la actuación de dobles “calcados” a Luismi, que el hombre que se ve en el Movistar Arena tiene otra dentadura, otro cuerpo y otro pelo.
Cuando José López, ex funcionario de Cristina Kirchner, tiraba una fortuna de dólares en un convento los incrédulos ojos de los fanáticos K seguían negando todo.
El nexo conductor es la desaparición de los hechos y por ende, de la verdad. Pero no es casualidad. Para el poder todo es más fácil así, cuando las mayorías aceptan lo inaceptable.
“La posverdad, conocida también como mentira emotiva, implica la distorsión de la realidad primando las emociones y las creencias personales frente a los datos objetivos”.
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